Hay como buenas vibraciones en este restaurante. Igual es esa energía telúrica que dicen que corre por las venas de la Tierra; o el cariño que la gente que lo lleva pone en lo que hace; o la sensación de refugio que ofrece la vieja masía con sus chimeneas encendidas; o lo rica que está la comida… El caso es que cuando salí de comer de Can Morera, mi ánimo había subido como la espuma, y eso que el vino del porrón lo mezclé con gaseosa para rebajar.

Calçotadas

He tenido la suerte de degustar su calçotada. El secreto de un calçot está en la salsa como he dicho ya alguna vez, y la de Can Morera tiene un puntillo picante que la hace excelente con ese sabor tan característico. Ofrecen dos calçotadas a distinto precio: 28 y 18 euros; la primera mucho más completa que la segunda. En realidad es un banquete para gargantúas. Hay que tener empaque para poderse endosar una veintena de calçots sevidos en tradicional teja, un plato de embutidos en rodajas, una enorme ensalada variada, una ración de judías del ganxet con panceta frita, unas hermosas alcachofas a la brasa bien hechas. Todo esto es la antesala para una parrillada de carne que lleva butifarra, conejo, pollo, panceta y cordero servidos en unas mini-parrillas con brasas encendidas para que se mantengan calentitas las viandas en la mesa. Una idea muy simpática y práctica.

Y tras el ágape llega el postre casero que puede ser crema catalana que es lo más típico, aunque también hay mouse como el de fresa que he tenido la suerte de disfrutar, de yogur y bizcocho borracho, de manzana, de piña…

Para rematar la faena nada mejor que un cafetito y un chupito de orujo de hierbas que tiene todo el aspecto de ser artesanal, de esos de alambique que cuestan de encontrar.

Algunas fotos: